Por qué no deberías irte de Erasmus

Hace 10 años que cogía mi maleta y me iba de Erasmus, 10 largos años que han pasado rapidísimo, aunque mi historia Erasmus había empezado bastante antes, justo el día que decidí echar la solicitud para solicitar la beca, allá por noviembre del año 2008 (mi yo de 19 años de aquella época lo decidió en un arrebato y sin consultarlo con nadie creyendo que sería un milagro que me la concediesen). Pero me la concedieron y con 20 años casi recién cumplidos, un 17 de septiembre de 2009 cogía un avión destino Roma y luego un tren que me llevaría a mi destino, Macerata, ciudad bonita y singular donde las haya y de la que os dejo aquí info por si os pica el gusanillo (y no es porque yo haya estado allí, pero merece mucho la pena).
Pero hoy no vengo a aburriros con mis anécdotas de abuela (y es que los ex-Erasmus somos como abuelitos que cuentan sus aventuras en la mili), hoy vengo a deciros por qué no deberíais iros de Erasmus.

  • Hay que atreverse a hacer cosas: irse de Erasmus implica aprender, quitarse los miedos, salir de la zona de confort.
    Casa nueva, idioma nuevo, amigos nuevos dan como resultar tener que atreverse una y otra vez a hablar, a reír, a probar… Atreverse a veces implica equivocarse pero, ¿quién dijo miedo?
  • Hay que aprender a convivir con la nostalgia: estar lejos de casa a veces es duro y, aunque cuando coges el primer vuelo hasta tu  Erasmus las ganas se apoderan de ti, cuando llevas unos días en el destino empiezas a sentir esa sensación de morriña, de nostalgia, de echar de menos, de necesitar un abrazo, una carcajada o una palabra de ánimo. Sin embargo, después del periodo de adaptación, todo mejora y al final del Erasmus, acabas consiguiendo sentirte en casa en ambos sitios.
  • Hay que hacer nuevos amigos: con otras culturas, personalidades y formas de pensar …¡y la mayoría de ellos no hablarán tu mismo idioma! Eso sí, luego habrás ampliado tu vocabulario con un montón de expresiones en distintos idiomas que probablemente no te servirán de nada en tu futuro profesional, pero ¡que te quiten lo bailao!
  • Hay que aprender a despedirse: y hay que hacerlo varias veces, cuando te marchas de la gente que se queda en tu ciudad y cuando el Erasmus se termina de la gente que allí se ha convertido en familia, algunos que quizás puedas volver a ver y otros a los que no verás nunca más (y lo peor de todo es que sabes que nunca habrá posibilidad de volver a repetir los momentos Erasmus con ellos de la misma manera).
  • Hay que aprender a volver a la vida real: volver del Erasmus no es fácil. Cuando vuelves a casa, comparas todo con lo vivido a allí, empiezas a repetirles hasta la saciedad a tus amigos lo feliz que eras estando de Erasmus y la cantidad de anécdotas que tienes (la tercera vez que las cuentes te pedirán que por favor dejes de repetirte), pero si ninguno de ellos ha estado de Erasmus ninguno lo entenderá.

Y, por último, disfrutar de un Erasmus significa estar dispuesto a que te cambie la vida, a recordar ese año como especial, el sonreír cuando te hablan de tu país de destino, el mirar a los nuevos Erasmus con envidia y el desear mucho y muy pronto reencontrarte con las personas con las que compartiste experiencia. Así que ya sabes, si no quieres tener síndrome post-Erasmus toda tu vida ¡no te vayas!

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